Bienvenido Gomita

Luego de 8 meses con 23 días del adiós de Gambito, y de estar recordándolo a cada momento, mi papá, mi hermano y yo decidimos que podíamos aceptar nuevamente a un perrito. Previamente buscamos en algunas asociaciones de perros rescatados, a veces nos inclinábamos por perritos salchichas, otras por cachorritos mestizos, otras por algún french poodle, otras por cachorros de pastor alemán (aunque si lo pensamos porque sería perro grande), o algún peludito que fuera fácil de adoptar.
Cabe mencionar que si buscábamos con ciertas características, por ejemplo, que de grande fuera talla mediana, de preferencia cachorrito para poder moldearlo, quería algún perrito de pelo corto (como Gambito) para evitar llevarlo a la estética, en fin cosas por el estilo. Sin embargo, luego de enviar algunas solicitudes, donde la respuesta fue que ya estaba adoptado o que había más interesados, y en otras los filtros eran demasiados (fotos del lugar donde viviría, llenar un cuestionario, paga una cuota, visita sorpresa a la casa, referencias de los posibles dueños, promesa de esterilización, otros que tenían que llevar al perrito con el veterinario que la asociación te indique,  etcétera), así que perdíamos la esperanza de tener otro amigo peludito en casa.
Luego el contacto que nos dio hace más de 14 años a Gambito, nos emocionó diciendo que cruzaría a su perrita y que para noviembre tendría los cachorritos, haciendo cálculos lo tendríamos perfectamente para principios de enero. Desafortunadamente, la perrita no quedó embarazada y perdimos la esperanza.
Para ese tiempo, un compañero del trabajo me comentó que tenía unos cachorritos aproximadamente de un mes o mes y medio, me envío fotos de los cachorros y le comenté eso a mi familia; aceptando así al nuevo integrante de la familia, dos días después de las vacaciones a Mérida, me lo entregaron el 27 de diciembre, en la estación División del Norte en una cajita de cartón.
Cuando lo vi por primera vez, le dije Gambo (como a mi anterior mascotita), pero ya luego reaccioné y le llamé pequeño, mi hermano me acompañó y se lo llevó en el metro, lo tapamos con una camiseta de algodón y se durmió inmediatamente. Cuando llegamos al metro, ya mi papá nos esperaba en el coche para llevarlo al veterinario, quien nos preguntó la edad y cómo lo había adquirido, así como el nombre.
Primer encuentro con Gomita
Mi pequeñito se llama Gomita, el nombre lo tomamos de una noticia donde un delincuente lo apodaban así, se oyó muy nombre de perro por eso lo eligimos. Claro, yo le digo Gomi, mi hermano le llama Gomita y mi papá le dice Gambos. Lo cambiamos de cajita por una de un DVD, le pusimos unos trapos calientitos y le dimos de comer croquetas con un poco de agua como nos indicó el veterinario. Le dimos de comer en el plato que usó por años Gambito, es un plato color rojo, de ésos para perros donde de un lado está la comida y del otro el agua. Era tan pequeño Gomi que para comer, tenía que pararse casi en dos patitas, las delanteras para alcanzar la comida, para ayudarlo le poníamos una piedra o algo que ayudara a inclinar el platito.
Las 2 primeras noches, Gomi se despertaba cada hora y media, yo no le daba de comer (¿debí hacerlo?) sólo me levantaba para taparlo y que estuviera calientito, aprendió muy rápido a subirse a su cajita así que también aprendió a salir a hacer del baño fuera de su caja y hacerlo cerca de nuestras recámaras.
Gomita durmiendo
A los 3 días de su llegada, recibió su primera desparasitación, luego vino la segunda desparasitación y su primer vacuna, unos días después el refuerzo de la vacuna quíntuple, así que le pregunté al veterinario si ya lo podríamos sacar a socializar, a lo que respondió afirmativamente.

La primera salida de Gomita fue a Ciudad Universitaria, al principio tenía miedo y no caminaba, lo teníamos que jalar de la correa, para subir o bajar escaleras también fue una tarea titánica, pero unos 10 minutos de adaptación bastaron para tomar confianza y andar con seguridad sin morder la correa, ni detenerse a cada centímetro a oler basura o cualquier objeto extraño que se la interpusiera en su camino.
Ya en las famosas islas de CU, caminamos sobre el pastito verde que hay, vimos unos perros grandes corriendo sin correa, otros perros chiquitos jugando, así que nos unimos a ellos, en eso vimos un shnauzer color negro también cachorro, así que nos acercamos a él para ver la reacción de Gomi.
Sus dueñas muy amables aceptaron que se conocieran su querido Lexter y mi lindo Gomi, quienes en su lenguaje canino hicieron migas, se olieron sus respectivos traseros, sus cuerpos, cabeza y demás y comenzaron a jugar, no quisimos soltarles las correas, así que las dueñas teníamos que estar caminando de un lado a otro para no entrelazarnos con sus jaloneos traviesos. Así estuvimos aproximadamente unos 40 minutos, cuando llegó por segunda vez un perro blanco de talla grande, era amigable pero Lexter y Gomi no lo quisieron en su jugueteo y lo abrieron olímpicamente, cuando percibían que se alejaba ese perro, ellos se juntaban nuevamente a jugar.
En uno de esos acercamientos del perro blanco, Gomi caminó y se alejó, sólo alcanzamos a decirles a sus dueñas que muchas gracias por su tiempo y fue todo. Gomi siguió su camino, a tomar agua, a comer unas croquetas y a tomarse fotos.

Caminamos hasta el edificio de Rectoría, socializó con una señora quien le habló amorosamente y Gomi no resistió ir a darle las patitas y dejarse consentir. También un perro maltés mechudito fue directamente a oler a Gomi, pero no le gustó porque segundos después se marchó. Como ya era tarde, regresamos al estacionamiento, Gomi caminaba muy feliz, moviendo sus orejas en cada paso, en actitud traviesa. Lo subimos al coche y regresamos, estaba tan cansado que todo el camino durmió. Fue una buena experiencia, ojalá y se vuelva a repetir en unos 15 días.

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