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La oruga

Dicen que después de la tormenta siempre viene la calma y recordemos que un mar en calma no hace experto a un marinero, así supo la oruga que sería su vida desde su primer día, a veces en calma y otros de tormenta. Cuando salió del huevo no había nadie que le enseñara o le diera herramientas para sobrevivir, la oruga con toda su inocencia e ingenuidad comenzó a dar sus primeros pasos, en la tierra mojada por la tormenta o en alguna hoja verde de una planta, le gustaba sentir el aire en su rostro y estar en el filo de la hoja aun sabiendo que podía caer pero eso mismo le hacía sentir su fuerza para equilibrar su cuerpo. Así pasaron días, semanas y meses donde no conocía a nadie, no sabía de más personajes en el mundo, sólo conocía el cielo, el viento, las hojas, la lluvia y curiosamente aprendió de cada una de ellas, sonreía cuando veía las nubes, sentía que volaba con el aire o se refugiaba en las hojas de la lluvia. Un día decidió aventurarse más allá del hoyo donde pasaba sus días y