Para Gambito mi pequeño


Todo comenzó el día 27 de julio de 1998 y terminó hace 4 días, el 04 de abril de 2013. Su nombre era Gambit con todas sus variaciones como Gambito, Gambo, Gamboas, bebé, pequeño, gordo, corazoncito bonito entre otros.
Recuerdo cuando lo vi la primera vez, estaba en una caja de cartón, tratando de salir de ella, se paraba en sus dos patitas traseras y ponía las otras 2  en uno de los lados de la caja, luego se cansaba, se sentaba y volvía a intentar ahora brincando, se impulsaba con sus patitas cortas de atrás hacia delante. Su color era una mezcla de café con negro, su colita era más negra que el resto de su cuerpo, la verdad tenía una carita de travieso y daba ternura de lo pequeño que estaba, solía caber en la palma de la mano.
Lo nombramos Gambito como el perrito anterior y ahí dio inicio su historia de 14 años con 8 meses. Para cubrirlo cortamos una manga de un suéter de mi hermano, le hicimos unos orificios y metimos sus dos patas delanteras.
A Gambito le gustaba estar de un lado a otro, brincar y morder cualquier tipo de trapo que viera tirado en el suelo, su carácter de cachorrito era travieso, curioso e intrépido. Me gustaba ponerlo en mis piernas y estarlo acariciando, su pelito era tan suave que no podía parar de hacerlo, sin embargo, mi mamá me decía que iba a estropear su pelo de tanto que lo agarraba.
La primera y única vez que nos separamos fue cuando realizamos un viaje a Guadalajara durante diciembre de 1998, tenía 5 meses y lo encargamos con un amigo de mi hermano que amablemente le dio refugio por unos cuantos días, sentí feo  dejarlo en una casa desconocida, no sabía si se iba a portar bien o si iba a hacer algún destrozo. Mi hermano mantuvo contacto con su amigo y nos informaba que estaba bien el perrito salchicha pero le tenía que dar de comer de su mano debido a que no quería comer por sí mismo.
Cuando regresamos luego de unos 4 o 5 días, mi papá y mi hermano fueron por él,  luego de unos 15 o 20 minutos oí que se estacionó el Pointer y que mi mamá grito: Papiringo (jiji otro apodo de Gambito) y el pequeño perrito color marrón corrió y corrió con todas sus ganas, fuerzas e ímpetu de la puerta hacia el patio que ha de medir como unos 5 metros. Fue bonito verlo y darle la bienvenida de nueva cuenta a su hogar, él nos lamía y se paraba en sus dos patitas como queriéndonos abrazar, su colita se movía de un lado a otro sin cesar. No nos volvimos a separar más.
Cuando ya estaba más grandecito, todo un jovenazo tratamos de encontrarle una “novia” para que tuviera descendencia, así que le preguntamos al veterinario de confianza si conocía a alguna perrita salchicha, nos dio unos datos. Mi mamá y mi papá lo llevaron a la casa, platicaron con la señora quien pidió verlo y después dijo que no ¿Por qué? No lo sabemos, pero le hizo el feo a mi perrito y se me hizo una grosería, ni que la perrita fuera la última en el mundo. En fin. No buscamos más opciones.
Pero el destino permitió que Gambito conociera el amor efímero, un día lo saqué a la puerta para que viera el mundo exterior, estábamos los dos contemplando la vida cuando a lado apareció una perrita salchicha, una señora la llevaba con collar y cadena. Mi pequeño olió el aire y luego la miró detenidamente, se quedó inmóvil, la perrita también le dirigió su atención a mi perrito, pero no hacían nada para acercarse. Como no percibí  reacción a alguna decidí meter a Gambito y cerré la puerta. Fue todo, apenas si su encuentro duró algunos segundos.
 Así continúo su vida, entre pelotas para jugar, trapos, huesos de carnaza, almohadas para morder, muñecos de trapo, croquetas, un poco de pollo, carne, uvas (que cuando descubrí que le hacían daño dejé de darle), de vez en cuando aceite de atún, galletas y suéteres.
Mi Gambito era muy lindo, tierno, noble y leal, me encantaba pasar tiempo con él, acariciándolo, y tomándole fotos que era un hobbie para mí. Por eso tengo muchas fotografías de él, a veces bromeaba y le decía que le iba a robar su espíritu en cada clic de mi cámara. En ocasiones parecía que posaba para mi lente, en otras como que se sentía acosado y esquivaba la mirada o se acostaba con sus patitas hacia arriba, mostrándome su pancita, así ya no me quedaba más que acariciarlo de nuevo.
Hubo un tiempo en el cual le ponía obstáculos para que saltara y corriera, le aventaba la pelota y de regreso tenía que brincar la escoba o sí decidía pasar por abajo arrastrándose, hacer un lado una cubeta y correr nuevamente. También me gustaba aventarle la pelota y esconderme cuando antes de que regresara con la pelota en sus dientes. Si no me veía, la soltaba inmediatamente y se ponía a buscarme, siempre me encontró.




***
Agradecimiento a Gambito
Querido Gambito, agradezco mucho todo el amor y expresiones de afecto que nos diste en todos estos años, los momentos felices que pasamos, risas y sonrisas que tuvimos mirándote crecer, tus travesuras que tuvimos que limpiar, tus peleas con los gatos que nos hacían sufrir.
Ahora es difícil tener que contenerme de preguntar como estuviste durante el día, ya no ver tus ojitos brillantes, no acariciar tus orejitas, ya no tocar tus patitas gordas al ponerte el suéter. Ya no tener que comprar tus alimentos cada semana, ni lanzarte la pelota o escuchar tus patitas subir las escaleras, escuchar cómo te sacudías al iniciar el día. Te extraño y te has llevado una parte de mi corazón. Eres un lindo y hermoso recuerdo, gracias por todo el tiempo que pasaste conmigo. TQM.

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