Día 5
Me desperté a las 7:10 am, pero
como no podía hacer mucho pues pasaría el taxi por mí, vi un poco de tv y fui a
desayunar, me despedí de los cuernitos (comiendo 3 piezas), tomé jugo, té,
agua, comí fruta, rollos de jamón con queso acompañados de pan.
Vi a los vecinos que no tenían
muchos días, creo que era su segundo día, era un grupo de 5 chicos, no supe de
que nacionalidad, no hablaban inglés ni francés, quizá era alemán pero no lo
identifiqué, pero sí noté que 2 de ellos
estaban muy guapos.
Regresé a mi habitación y recogí las últimas cosas que
tenía fuera de mi mochila, revisé si podía hacer el check in de mis siguientes vuelos:
Buenos Aires-San Pablo y San Pablo-Ciudad de México, pero la app de LATAM no
servía. Acababan de actualizar la app y no actualizaba el campo de fecha de
nacimiento por lo que no podía hacer el check in, la verdad si me preocupó
porque en los vuelos de ida todo había funcionado bien y en los vuelos de
regreso ni siquiera podía generar la tarjeta de embarque. Envié mensajes a la
aerolínea pero nadie respondió.
Esperé en la recepción hasta las
10:20 que llegó el taxi por mí, ya iban algunos turistas en el taxi, luego de
25 o 30 minutos llegamos al aeropuerto. El vuelo a Buenos Aires salía a las 13:30
así que tenía mucho tiempo que aproveché leyendo a Haruki Murakami en Lo que
hablo cuando hablo de escribir. Sólo acudí al mostrador de LATAM para verificar
la puerta donde abordaría el vuelo, no pregunté de las tarjetas de embarque.
Salió un poco atrasado el vuelo,
pero no mucho como 10 minutos, y así me despedí de Iguazú, me quedaron bonitos
recuerdos y me gustaría regresar algún día. Llegando al aeropuerto de Buenos
Aires, estaba todo lleno, muchísima gente por todos lados y como mi vuelo era
internacional y no doméstico tuve que pasar aduanas, y volver a aduanas para
entrar y abordar el vuelo hacia San Pablo (Sao Paulo Guarulhos). Pero todo eso
de buscar el mostrador de LATAM y que me dieran mis tarjetas de embarque gasté
casi una hora, llegamos a las 15:00, mi siguiente vuelo salía a las 17:00.
Eran las 16:00 hrs y no había
comido, así que tenía más o menos 40 minutos para comer, elegí comer pizza en
un local que se llama Academia Della Pizza estaba algo caro pero valió la pena,
esa pizza napolitana estaba riquísima, hasta ahora es la pizza más rica que he
comido en toda mi vida, la hornean en horno de piedra, por lo que tardó un poco
más de lo que pensaba, me la sirvieron casi a las 16:20 tenía que comer en ¡20
minutos! Era una locura no podía disfrutar al cien la pizza, total que terminé
y me fui a la sala para abordar el avión.
¡Estaba llenísimo! Unas 7 filas
para pasar la aduana y mi vuelo salía a las 17:00 hrs y faltaban 20 minutos, me
comencé a estresar y a pensar que si seguía en esa fila que para mí era
interminable, aplicaría la siempre confiable: “Déjenme pasar que ya va a salir
mi vuelo! Afortunadamente avanzó rápido la fila, pasé la aduana, revisaron mi
boleto de avión y corrí prácticamente a la puerta de abordaje, fui casi la
última persona en subir, por un momento creí perder el vuelo.
Despegó el avión y me sentí más
cerca de casa, ya sólo falta el vuelo de Sao Paulo a Ciudad de México, llegaría
como a las 6 de la mañana. Le avisé a mi familia que ya iba a Brasil para el
último vuelo y que los mantendría informados para que fueran por mí al aeropuerto.
Todo era risas y diversión hasta
que avisaron en portugués y en un raro inglés, que el vuelo iba a demorar el
aterrizar porque había un problema en el aeropuerto de Brasil. Bueno, unos minutos
después no hay problema, tengo 2 horas de espera para el siguiente vuelo, me da
tiempo de ir a recorrer las tiendas de souvenirs y comer algo más.
Pero de nuevo, faltando menos de
una hora para aterrizar avisaron que nos desviaríamos al aeropuerto de Río de
Janeiro porque estaba lloviendo y no podíamos ir a Sao Paulo (es lo peor que
puede pasar, aterrizar en otro aeropuerto que no es tu destino), entonces
muchas personas comenzaron a hacer preguntas a las asistentes de vuelo, a las
que respondían que no sabían, que al llegar al aeropuerto nos darían
indicaciones. Le pregunté a las personas que iban sentadas junto a mí si sabían
cuánto tiempo era de Río de Janeiro a San Paulo, vimos unos mapas y al parecer
en avión no estaba tan lejos, unos 50 minutos aproximadamente.
Ya en ese momento estaba preocupada,
pero si había problemas del clima tal vez todos los vuelos se reprogramaron,
eso pensaba mientras aterrizábamos en Río de Janeiro. Al llegar nos informaron (en
portugués y en un raro inglés por el acento de los operadores) que íbamos a
estar unos 15 minutos parados, que no descendiéramos del avión, nos iban a
llevar a nuestro destino en cuanto les dieran la orden.
Luego de una hora más o menos
detenidos ahí, despegamos hacía nuestro destino original, tenía la esperanza de
llegar a las 23:15 para subir a mi último viaje en avión, pero no fue así,
luego de 50 minutos de vuelo, aterrizamos a las 23:10 y en lo que descendimos y
pasamos aduanas ya eran las 23:30 horas, mi vuelo con destino a la Ciudad de
México ya había despagado y yo lo había perdido.
No me estresé del todo porque prácticamente
todos los pasajeros habíamos perdido nuestros respectivos vuelos de conexión,
así que la cuestión era ¿cómo nos iba a reubicar la aerolínea? El primer
obstáculo era el idioma, nadie hablaba español o inglés tan siquiera para poder
comunicarse, todo era portugués, a penas entendí que nos ubicaban en el próximo
vuelo de nuestro destino y nos dieron una noche de hospedaje en el hotel
Holiday Inn, y que nos llevarían del aeropuerto al hotel. Igual preguntaba con
otros pasajeros para estar segura de la información, lo que yo entendí es que
sería transporte al hotel- hotel-aeropuerto. Pero nadie más me pudo confirmar,
me decían que el traslado del hotel al aeropuerto corría por nuestra propia cuenta.
Mientras platiqué con un
estadounidense, hablaba muy bien español, dijo que en su trabajo tenía mucho
contacto con hispanohablantes (Honduras, Guatemala, Salvador) y conocía un poco
de México en especial Los Cabos, en sus vacaciones de medio año había visitado
Perú y hasta había surfeado. También me mostró una foto de su gatito gordo, y
reconoció que su actual presidente no es la mejor persona. Ahí coincidimos
porque igual mi presidente no es la mejor persona para el puesto. En fin, le
comenté que sería un año difícil para México por las elecciones de julio.
La verdad estaba cansada así que
ya no cené, sólo fui a dormir en una cama que estaba muy cómoda y darme un
baño. Cuando desperté eran las 8 de la mañana, bajé a desayunar y checar si
veía a alguien de los pasajeros que nos hospedamos ahí para preguntar lo del
transporte. No vi a alguien a quien preguntar, me dirigí al mostrador del hotel
pero me dijeron que para llegar al aeropuerto podían pedir un taxi, obvio era
caro el transporte de esa forma.
Salí a dar una vuelta por la zona
para ver qué otro tipo de transporte podía tener para llegar al aeropuerto (mi vuelo salía
igualmente a las 23:15 horas) así que tenía bastante tiempo para investigar.
Desafortunadamente no había mucho que ver por la zona, había una autopista, un
auditorio para conferencias y/o eventos, y dos sitios de taxi. Pregunté cuánto
era para llegar al aeropuerto y en el primer sitio dijeron que 90 reales, en el
segundo 80 reales.
Yo no llevaba reales (nunca pensé
que los iba a ocupar ya que en el parque nacional de Iguazú en Brasil sí
aceptaron los pesos argentinos) y tampoco tenía tanto dinero porque no tenía
pensado estar un día más de viaje y menos en San Paulo. A lo mucho tenía unos
150 pesos argentinos y 300 pesos mexicanos (que ocuparía para el fin de semana
y regresar al trabajo en 4 días). Pero tenía mi tarjeta de crédito Visa (en
especial Bancomer) con la que ya había pagado varias cosas en Argentina y
algunos souvenirs en Brasil, así que
luego de estar una hora en una banca fuera del hotel a la expectativa de ver a
alguno de los pasajeros de mi vuelo demorado, decidí ir ya al aeropuerto, por
lo menos ahí comería algo y vería qué comprar de recuerdos.
Opté por el segundo sitio de
taxis que ví, el que cobraba los 80 reales, antes le pregunté si aceptaba
tarjeta de crédito a lo que respondió que sí. Subí mi mochila y partimos al
aeropuerto, estaba preocupada porque no sabía bien si había entendido el señor
que al aeropuerto de Sao Paulo, me dijo que había dos, pero le dije que al de
Guarulhos.
Luego de 40 minutos llegamos al
aeropuerto, le pregunté al señor dónde pagaba y me dijo que ahí con él, traía
un clip para pasar la tarjeta, me pareció normal y le di mi tarjeta, no pasó la
autorización. Le pedí que volviera a intentar, el segundo intento fue igual, no
pasó la autorización. Comencé a pensar que era la red de internet, le comenté
que si podíamos ir a un cajero, pero me dijo que podíamos ir a una gasolinera
donde tenía una terminal. Acepté y fuimos al lugar, supongo que era amigo del
señor, se saludaron familiarmente y me pidieron nuevamente mi tarjeta, la
proporcioné, otra vez apareció el mensaje de que la autorización no fue aceptada.
Ya estaba entrando en pánico ¿Tal
vez me excedí en las compras y ya no tengo saldo en mi tarjeta? ¿Por qué está
bloqueada mi tarjeta de crédito? Le envié mensaje a mi hermano para que me
pudiera depositar un poco de dinero y usarlo para pagar el taxi. Mientras
tanto, al señor le dije que si había cajeros en el aeropuerto para poder
disponer del efectivo. Total que tuvo que entrar al estacionamiento del
aeropuerto, tenía que pagarle también el boleto del estacionamiento, buscamos
cajeros automáticos y al pasar mi tarjeta no autorizaba la transacción. Mi
hermano ya había depositado el dinero a mi tarjeta, hicimos un nuevo intento
pero fue rechazada la tarjeta. Ya quería que acabara ese mal momento de no
poder pagar un taxi.
Llamé a la línea 01 800 de VISA
para saber qué pasaba con mi tarjeta, pero fue inútil la llamada internacional
se cortaba, me faltaba un número o código para poder realizarla, la hice por
cobrar, pedían mi número de tarjeta, pero de la misma forma era rechazada, le
expliqué eso al operador telefónico que tenía ese problema por eso requería hacer
la llamada a m i banco, pero fue en vano.
Caminé por casi todo el
aeropuerto, entrando en cajeros automáticos, intentando de hacer la llamada telefónica
al banco, así como visitar al banco de Brasil para que me ayudaran a hacer la
transacción pero todo fue inútil, nunca pasó mi tarjeta de crédito ni la
llamada internacional.
Hicimos también el ejercicio de
que me dieran otro número de tarjeta (una de crédito y una de débito) para
poder pagar el taxi, pero también fueron denegadas. Lo único que me quedaba era
darle mi cámara fotográfica (léase con ojos llorosos). Cambié los últimos pesos
argentinos y pesos mexicanos que tenía, en total fueron 40 reales (me faltaban
40 reales del taxi y 13 del estacionamiento) que le di al señor. Por más que le
explicaba que quería pagarle, nunca aceptó en darme una cuenta para poder
depositarle vía Western Union, lo malo es que tampoco había un Western Union en
el aeropuerto, sólo había fuera del aeropuerto, y el señor decía que si me
llevaba allá sería más y para que al final no le pagara todo, entonces rehusó llevarme.
Sinceramente yo tampoco quería irme del aeropuerto.
Luego de 3 largas horas, terminé
por darle mi cámara canon, con todo y lente (ya luego pensé que mejor le
hubiese dado únicamente el lente), me dio por fin una cuenta donde depositarle
y que él me regresaría la cámara en cuanto llegara el depósito. Lloré al dejar mi primera cámara réflex, con
la que tenía año y medio, y haber tomado varios momentos valiosos para mí.
Eran las 5 de la tarde, sin
comer, ni poder comprar siquiera un agua embotellada, no tenía ya dinero, así
que sólo me puse a leer en una de las salas de espera 4 horas. Luego me di una
vuelta por las tiendas, me hubiese gustado comprar una cartera, una playera,
unas tazas y comida.
A las 9 de la noche entré a la
segunda sala de espera, había gente para pasar la aduana, pero llevaba tiempo,
me pareció ver a una familia que también había estado en mi vuelo demorado.
Pero ya no les hablé, ya estaba muy cansada y ansiosa de irme a mi país y dejar
de oír el portugués del cual entendía nada.
A las 23:15 por fin despegó el
avión para la Ciudad de México, y bueno así terminaron mis vacaciones por
Sudamérica, con momentos emocionantes, felices y otros no tanto, dejando una
parte de mí en Sao Paulo, en una canon T5.
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